Para casi todo el mundo, los enigmáticos hermanos Wachowski nacen en 1999 con Matrix. Pero después de ver Bound (en España, Lazos Ardientes), su primera película, puede afirmarse lo contrario: su talento muere, al menos hasta el momento, justo después de rodar su exitosa y futurista farsa.
Bound, o Lazos Ardientes, fue rodada en 1996, y sigue la estela iniciada por Tarantino u otros hermanos, los Coen, de reinterpretar el clásico cine negro añadiéndole mucha sangre y, con ella, situaciones cómicas.
Sin embargo Bound va más allá, ofreciendo novedades que la convierten en memorable. La mayor de ellas es que la trama se sustenta básicamente sobre dos mujeres, amantes, lo que ofrece un nuevo punto de vista sobre el siempre viril y homoerótico (sub)mundo de los mafiosos.
Partir de esa mirada femenina permite, sobre todo, desmitificar a esos ominosos sujetos, tantas veces ensalzados e incluso admirados por directores como Coppola o Scorsese. Los Wachowski, y con ellos las mujeres de la película, los contemplan como lo que son: viles, traidores, asesinos y, sobre todo, machistas. A destruirlos y, por supuesto, quedarse con su dinero se dedican durante la cinta las dos bellas amazonas.
Intrigante desde el primer al último fotograma, Bound desarrolla a la perfección su trama, recurre a unos perfectos intérpretes (destacable, por muchas razones, la irresistible Gina Gershon) y se construye en apenas dos escenarios: las habitaciones contiguas de un edificio de apartamentos. A los Wachowski les sobró con tan pocos elementos para hacer una espléndida ópera prima. Lástima que luego les dieran tanto para hacer lo contrario: una incomprensible opereta para primos.
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