sábado, 21 de julio de 2007

Shortbus




Era de esperar: generaciones de coqueteo de los intelectuales con la pornografía iban a llevar a esto: sexo explícito no pornográfico. Es decir, pornografía tan analizada que ha prescindido del poder de excitar.

Shortbus es una película fallida con dos grandes méritos. El primero es su seguridad estética y narrativa. Sobre todo teniendo en cuenta los desafíos asumidos pr el director: rodaje de numerosas escenas de sexo explícito, argumento coral, con multitud de personajes y conflictos para rastrear, saltos entre lo real y lo simbólico. Y todo con dos duros.

El segundo acierto es que en esta comedia dramática sobre sexo nadie, afortunadamente, se cuestiona su sexualidad. Heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, masturbación, fetichismo, travestismo, sadomasoquismo son practicados libremente y sin culpa por los personajes. El drama radica en que, independientemente de cual sea su elección, ninguno está satisfecho.

El problema de film es que lo que quiere demostrar -que somos insatisfechos por naturaleza y que la mayor libertad de la cual presuntamente disponen los habitantes de una metrópolis occidental no hace más que resaltar el punto- se prueba en 15 minutos. Pero embarcado en el proceso inductivo de dar muchos ejemplos para demostrar algo, el director construye alrededor de su idea madre un film coral, y queda atrapado en las trampas habituales del subgénero, en particular una: construir el desenlace como una epifanía colectiva. Si todos somos iguales porque en el fondo padecemos los mismos problemas, piensa el director, lo bueno es que, si encontramos una solución, esta funcionará para todos. Así, una película sexualmente incorrecta termina, paradójicamente, revelándose portadora de una evangélica religiosidad laica.

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