Es un thriller psicológico sobre un hombre que, siguiendo una corriente numerológica de cierta popularidad, se obsesiona hasta casi perder la razón con la idea de que el número 23 está conectado con todos los eventos del universo. Conectado de mala manera, claro: 2 dividido tres es 0,666 que, ya sabemos, es el número del diablo. Da igual que no salga ningún número maldito si se toma por el camino de la suma, la resta o la multiplicación.
Yo la única vinculación que veo entre el 23 y una conspiración universal es que ese es el número del dorsal de Beckham en el Madrid. Fuera de ese dato, lo verdaderamente diabólico es que a alguien se le ocurra hacer una película sobre semejante estupidez.
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