La vi anoche en DVD. La dirección artística tiene ese brillo primoroso que Hollywood se siente obligado a dar a los films de gran presupuesto y que hace que hasta un mendigo parezca vestido por Armani. Una de las peores consecuencias de esta técnica es que hace de colchón emotivo; hasta los asesinatos dan gusto de lo bien iluminados que están. Pero el film cuenta cosas tremendas y con este planteo visual pierden todo dramatismo. Es una característica del tándem Sam Mendes-Conrad L. Hall, que ya había hecho lo mismo en Belleza Americana, aunque por la vía de la saturación de colores, mientras que en Camino a la perdición todo luce atenuado. Son técnicas que anestesian el ojo. Viendo las entrevistas al equipo técnico entre los extras del DVD, me sorprendió que varios en en la producción (entre ellos el propio Hall) coincidían en que el film habría estado mucho mejor en blanco y negro.
Lo peor es la elección de Tom Hanks para el rol principal. Hanks le ha hecho creer a los estadounidenses que puede interpretar cualquier papel, pero encarnar a un tipo que es a la vez un asesino a sueldo y un padre responsable requiere una dimensión trágica que este actor forjado en comedias no tiene por más Oscar que le echen. Lo que queda bien dentro de la gruesa dinámica dramatúrgica de una historieta (es gracioso que se hable de el origen de este film como una "novela gráfica", un concepto inventado por consumidores de historietas avergonzados) requiere maestría interpretativa para llegar de manera creíble a la compleja capacidad expresiva del cine. El resultado no es un desastre total porque Hanks sí es un buen actor, pero el film pierde mucho entre el exceso de luz y la falta de casting.
Digresiones sobre cine, por Germán Frassa.
Frase talismán: "Soy la sirenita dos" - Vera Frassa (3).
sábado, 17 de abril de 2004
domingo, 4 de abril de 2004
Tarantino y Kitano: Lo fácil y lo imposible
Casualmente, vi Zatoichi y Kill Bill Vol. I en la misma semana, así que estoy un poco hastiado de espadas, degüellos y supuestos códigos de honor orientales. Es injusto juzgar una película incompleta como Kill Bill, pero pensar en por qué me gustó tan poco la primera parte me ha llevado a esto: creo que hay dos maneras de presentar al protagonista de un film. Está el que hace fácil lo imposible, y está aquel para el cual hasta lo más fácil se vuelve imposible. La primera categoría me aburre; siempre creí que el cine no es una máquina de crear sueños, sino de desmontarlos. Desconfío de los personajes que solo encuentran problemas fuera de sí mismos, como el Zatoichi de Kitano y la Black Mamba de Tarantino.
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