Charles Foster Kane puede ser visto como un Quijote bien dotado. Mientras Alonso Quijano se inventaba un mundo irreal a fuerza de impotencia, Kane creaba el suyo con poder y dinero. La dimensión trágica no disminuye porque el protagonista tenga recursos; se sabe que no hay peor pesadilla que un sueño realizado.
Welles entendía claramente esta conexión. No debe sorprender que la carrera de Welles haya empezado con El ciudadano y haya terminado intentando filmar la obra de Cervantes. Cada film era un capítulo de una autobiografía fílmica; está claro que a los 23, Welles se veía como el Quijote todopoderoso de El ciudadano y, 15 años más tarde, como el Kane desposeído de Cervantes.
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